LH Hostil. Debate sobre urbanismo, espacio público, seguridad y convivencia en l’Hospitalet

En la segunda ciudad más poblada de Catalunya, hablar de urbanismo es hablar de periferia, de ciudad dormitorio, de convivencia densa y de especulación inmobiliaria. La mayoría de estos temas no son en absoluto algo nuevo, las generaciones anteriores ya lo han vivido -lo viven ahora también-, pero en otras condiciones políticas y sociales, y con otros imaginarios de lucha. 

Desde el Colectivo Akelharre, hace algunos años que nos dedicamos a abrir debates públicos sobre asuntos de los cuales todos hablamos, pero nunca reflexionamos. Temas que se pierden fácilmente en twiter o que nunca tienen cabida en los centros culturales públicos de esta ciudad. En esta ocasión, de forma tranquila y colectiva, queríamos abrir el melón de esos debates pendientes que tenemos sobre la mesa, esos debates sobre el espacio público, la convivencia, la cultura mercancía y los discursos sobre (in)seguridad en l’Hospitalet. Para esto, invitamos a la imprescindible Montse Santolino y al antropólogo José Mansilla, cracks cada uno en lo suyo. Con ellos, nuestra pretensión no era tanto encontrar «soluciones», como situar unas coordenadas mínimas de intensidad en la discusión, sin caer en el expertismo pero sin hacerlo tampoco en la conversación estéril de los «mismos de siempre». A continuación, un resumen particular del acto:

En la conversación, dinamizada por Montse, en primer lugar se abordó el lado oscuro del urbanismo que arrasa nuestra ciudad que, como bien describe Mansilla, sitúa a l’Hospitalet de Llobregat en un lugar de patio trasero de todo aquello que no quiere Barcelona. Pero ¿Por qué el consistorio gobernado desde hace 40 años por el mismo partido, insiste en imponer planes que nunca han alcanzado sus objetivos, como por ejemplo, el plan urbanístico de la Plaça Europa y ahora el PDU BioPol? Para Jose, el urbanismo nunca está exento de ideología, nunca fue ni será una «ciencia neutral». El «urbanismo» ordena la ciudad, efectivamente, pero según unas prioridades ideológicas, unas jerarquías determinadas para dar preferencia a unos recursos sobre otros. En el caso de l’Hospitalet, el urbanismo es la forma espacial y material de imponer políticas neoliberales.

Como en el caso del llamado “Districte Cultural” y su cuento «de la creatividad», Jose Mansilla nos explica que desde hace muchos años está demostrado académicamente que este tipo de proyectos son un completo fracaso, pero aún así los gobiernos y políticos insisten en implementarlos. ¿Por qué? Porque posiblemente así, los políticos ganan tiempo, convencen a los votantes escépticos, mueven sus influencias para seguir 4 años más en el Gobierno, mantienen su circo, etc. Son factores que se nos escapan, que funcionan en su particular racionalidad neoliberal (buscar capital extranjero, importar capital social, nepotismo, etc.). Para ellos, la política institucional debe estar al servicio del capital, sin más.

Espacio público versus Calle

Para Mansilla, «intervenir en la calle es tomar partido, por tanto, no existen soluciones mágicas». Aquellos que proclaman que acabarán con la conflictividad (poniendo más policía en la calle, por ejemplo), saben que es mentira ya que en ciudades tan grandes y desiguales como las nuestras, es imposible acabar con la conflictualidad social. En este sentido, el espacio público es un constructo social, donde las instituciones intentan crear sus propios fetiches en circulación para hegemonizar la opinión pública, a través de diferentes imaginarios (“superilles”, civismo, «ciudad de los 15 minutos», etc). Son recursos simbólicos que imponen un mensaje que es difícil de rebatir, sobretodo si no tienes medios de comunicación a tu favor. Este tipo de reformas más «progres», a favor de la peatonalización, con más carriles bici y más zonas verdes, son una urgencia en nuestra ciudad, pero se deben realizar no en los barrios más acomodados (como acusa Mansilla), sino en los más empobrecidos, Nou Barris y/o la Florida, por ejemplo. «Los espacios públicos deberían ser espacios de socialización», y se han adecuar para ello, no vale construirlos sólo por su valor estético o porque están de moda.

Sobre los discursos sobre la (in)seguridad, la Santolino apunta como el nuevo plan de seguridad del Ajuntament de l’Hospitalet (Pla Tetra), como reacción a las demandas de un sector de la población (+Morad+sensacionalismo+racismo), ha puesto un montón de policías en las calles de la Florida (y les Planes), però -para reírse- se están dando cuenta que durante el día no hay nadie en las calles, porque -como ya se sabía- la gente durante esas horas, se está ganando la vida. Pero «aparte de rajar, ¿qué podemos hacer?», se pregunta la Santo. No hay soluciones rápidas para este tipo de conflictos, señala Mansilla. Ni botellódromos, ni más policía, solucionarán las cosas porque nunca ha funcionado así, en ninguna parte. ¿Qué podemos hacer entonces? Promover más instancias mediadoras, agentes sociales, mediadorxs comunitarios, integradorxs sociales, educadorxs y trabajadorxs sociales, desarrollar intervenciones no violentas (detectar necesidades, líneas de inclusión laboral, formación, etc.). No es que la policía no se necesite, sino que para este tipo de dinámicas en el espacio público, la policía es ineficaz, incluso contraproducente. Dicho de otro modo, la presencia policial también genera inseguridad en muchxs vecinxs. Pero para cambiar esta lógica securitaria, los dispositivos más integradores han de intervenir en la calle, no esconderse en los despachos. «Si no optas por esto, es que igual no eres tan de izquierdas, como Sabina», bromea Mansilla. Si no existen alternativas desde los movimientos sociales, las entidades sociales u organizaciones más a la izquierda, la respuesta más fácil será la policía, porque ésta es la respuesta mediática y visible. «El problema es que en nuestras sociedades hemos ido dejando en manos de la policía, cosas que no deberían estar en manos de la policía», reflexiona el antropólogo, aludiendo a cómo las políticas neoliberales, en las últimas décadas, han ido ganando el relato contra el estado del bienestar, con el objetivo de recortar servicios públicos y castigar a los pobres.

«Todo es muy difícil, pero no queda otra que organizarse»

Los «barrios obreros» de los años 80 no volverán, afirmaba Mansilla. Y quizás es hasta bueno, mirar al presente y al futuro para cambiar las cosas, a partir de las condiciones dadas. Es lo que hay y con lo cual hemos de trabajar. Tal como ha surgido en el debate, existen dilemas políticos en nuestra ciudad que necesitan de una reflexión y praxis, de mucha paciencia, de mucho trabajo: ¿Cómo construir comunidad en barrios donde existe tanta movilidad forzosa, a causa de la precariedad laboral y habitacional? ¿Cómo construir relatos que contrarresten los discursos del miedo y el racismo entre vecinxs? ¿Cómo intervenir sobre estas problemáticas, con propuestas lo suficientemente sólidas para que la institución no pueda rechazarlas? 

Con todo, no podemos olvidar que desde hace años la ciudad está cambiando, el imaginario obrerista ya no existe ni llama la atención, pero eso no significa que no haya batallas y colectivos que estén poniendo sus fuerzas e ideas en diversas luchas sociales. Ahí están las renacidas asociaciones de vecinos que proponen nuevas formas de participación y activismo; también los movimientos sociales y plataformas vecinales contra la especulación inmobiliaria, cada vez mejor organizadas, experimentando nuevas articulaciones para potenciar el contrapoder, demostrando que las ideas se organizan; también, nuevas iniciativas desde la economía solidaria, medios de información comprometidos o los nuevos espacios de cultura transformadora. En l’Hospitalet nos buscamos la vida y nos buscamos más luchas que ganar. Nos va el conflicto, lo difícil. Nos organizamos para no sucumbir al catastrofismo, para seguir encontrándonos y para continuar construyendo una vida mejor.